Sopa de pollo como probiótico natural

Sí, voy a hablar de la sopa de pollo de toda la vida, la de nuestras madres, la de nuestras abuelas, la nuestra, la de todos. Sí, la de todos porque, aunque a algunos les cueste creerlo, la sopa de pollo es internacional. Puede variar en algunos ingredientes, pero se hace en multitud de países. Hemos sido muchos los que a lo largo de la historia hemos valorado los poderosos beneficios de este caldo gracias a componentes como el colágeno, la glucosamina, la condroitina y los electrolitos, entre otros.

La esencia de la sopa son los huesos y las patas de pollo. Los huesos con cartílagos y tendones son al parecer aún más beneficiosos para nuestros huesos y articulaciones porque tienen más glucosamina. Se dice que cuanta más grasa haya en estos ingredientes, más gelatinoso y nutritivo será el caldo. Es recomendable que provengan de animales criados de forma orgánica. Además de agua, podemos incluir una cebolla cortada en dados, 2 o tres dientes de ajo, un poco de pimienta negra y sal yodada. Es aconsejable incluir un poco de vinagre para ayudar a que los minerales salgan de los huesos. Después podemos dejarlo cocinar al menos 4 horas. Las verduras se añaden al gusto, yo suelo poner zanahoria, puerro y apio unos 20 o 30 minutos antes de apagar el fuego con la idea de que no acaben demasiado cocinados para que conserven el máximo de sus propiedades. 

Recordad que además de añadirle pasta y huevo al final para tomarlo como una sopa, podéis usar el caldo restante para otras recetas. Es posible, por ejemplo, hacer con el caldo una sopa de aguacate, una sopa de pimiento, o añadirlo en la masa de unas riquísimas croquetas.

Usado como remedio para aliviar numerosas molestias, este caldo también ha sido asociado a una mejora de la salud intestinal. De hecho, se le atribuye un efecto probiótico. Sus componentes ayudan a regenerar y proteger la pared del intestino. Con ello, puede resultar un gran aliado para ayudar a disminuir la inflamación característica de algunas enfermedades autoinmunes y afecciones crónicas.

Cada vez hay más estudios sobre la relación de la microbiota intestinal con algunas de las enfermedades modernas que se están multiplicando.  Resulta imprescindible cuidar esta parte de nuestro cuerpo, que parece más involucrada de lo que pensábamos en nuestra salud general. 

Y para cerrar este artículo, sólo decir que este caldo, según algunos nutricionistas, contribuye a reducir las arrugas, a una mejor hidratación, y a una disminución de la celulitis.

Dicho todo esto, parece que un caldito de pollo de vez en cuando no nos puede sentar mal. ¿Qué os parece a vosotros?